Autos de Culto: Historia del Amphicar

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Autos de Culto: Historia del Amphicar

Por Alejandro Franco – contáctenos

Es un barco… es un auto… es un Amphicar!

Es difícil explicar cómo un autito feo y lento pudo transformarse en un objeto de culto. Su única característica destacada era ser anfibio pero, aún así, a uno le cuesta imaginarse cuánta gente le podría encontrar utilidad a un vehículo que vaya tanto por tierra como por agua. Gente que se va a pescar con su auto… literalmente… o individuos que viven en una isla y quieren gastar en algo mas práctico que un simple bote. Es posible que las pasiones por el Amphicar se hayan encendido simplemente porque era exótico, como si sus dueños se creyeran poseedores de un vehículo propio de las aventuras estrafalarias de James Bond; como sea, el Amphicar fue un experimento relativamente exitoso que hoy mantiene fervientes adeptos, los cuales se reúnen en clubes de todo el mundo a adorar a este cochecito de aspecto agrio y no muy práctico que digamos.

Lento por mar, lento por tierra

Si había alguien con afinidad por salirse de lo standard, sin dudas esa persona era Hanns Trippel, el padre del Amphicar. Trippel tiene una historia plagada de logros curiosos: fue el responsable de las alas de gaviota del famoso Mercedes Benz 300SL de mediados de los años 50, y participó en el fallido proyecto Troll para fabricar un auto nacional en Noruega. Fue un comisionado nazi durante la Segunda Guerra Mundial – lo cual le ganó años de prohibiciones durante la post guerra – e incluso llegó a hacerse cargo de la fábrica Bugatti en una época. Hacia finales de los años 50 Trippel estaba abocado a experimentar con vehículos anfibios y logró el apoyo del grupo Quandt, los mismos que adquirieron (y salvaron) a la BMW.

El primer prototipo de Amphicar apareció en el salón del automóvil de Ginebra en 1959, y rápidamente despertó la inquietud del público. Entusiasmado por la respuesta, Trippel logró el apoyo para ponerlo en producción y en 1961 el Amphicar ya se encontraba disponible para la venta.

Cuando salió a la venta, era un coche muy caro. Su carrocería era de acero al carbono, lo que le daba resistencia a la corrosión y a los impactos. Tenía un motor Triumph de 1.147 cm3, el cual era muy avanzado para su época – tal es así que dicho motor continuó utilizándose en autos de serie hasta 1980 -, y le daba una velocidad máxima de 110 km/h en tierra. Pero en mar la cosa cambiaba: el diseño combado de la parte inferior del coche, sumado a su chasis elevado y sus uniones impermeables lo transformaban en una plataforma flotante, propulsada por un par de hélices ubicadas bajo el paragolpe trasero, y utilizando las ruedas delanteras como timones para maniobrar el vehículo en el agua, en donde obtenía unos escasos 7 nudos de velocidad.

Por donde se lo viera, era un coche caro y de modestas performances (tanto en agua como en tierra). Los fabricantes creyeron ver un mercado de 20.000 unidades vendidas al año, pero la realidad pronto terminó por mostrar números mucho más pobres. El Amphicar se fabricó de 1961 a 1965 y, con las piezas remanentes, se siguieron despachando coches a pedido hasta 1968, pero la producción total en todo ese tiempo apenas llegó a unas 4.500 unidades. Y aunque el cochecito no era un boom de ventas, hubiera durado mucho más tiempo si no hubiera sido porque las regulaciones de los Estados Unidos (su principal mercado de ventas, con mas de 3.700 unidades colocadas) terminaron por banearle el acceso, obligando a cerrar las puertas en 1968.

El Amphicar puede verse en acción en numerosas películas de la época, tales como El Analista del Presidente (1968) o Inspector Clouseau (1968); e incluso el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson fue el feliz propietario de uno de ellos. Una notable performance para un autito raro y deforme, fabricado en pequeña escala pero que rápidamente ganó un lugar en el corazón de sus fans y en la mente del público.

vista de perfil del Amphicar