Historia de las Marcas: la historia de Alcre Argentina (y de los microautos Champion)

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Historia de las Marcas: la historia de Alcre Argentina (y de los microautos Champion)

Por Alejandro Franco – contáctenos

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Cuesta admitirlo pero se trata de una realidad: la industria argentina del automóvil nunca produjo coches originales. Es posible que hayan existido un puñado de fabricantes dotados de visión y capaces de diseñar un coche desde cero – como el caso del criollo Zunder, o el Dinarg -, pero son casos contados con los dedos de una mano. En su inmensa mayoría la enorme cantidad de emprendimientos surgidos al amparo del régimen de promoción industrial – existente entre finales de los años 50 y principios de los 60 – optaba por copiar modelos europeos, negociar la importación de sus partes para el ensamblado nacional o, en el menor de los casos, conseguir la matricería para la fabricación de una versión integramente argentina. Repasemos: el Siam Di Tella era un Riley inglés ensamblado en Argentina; la segunda generación de Rastrojero Diesel usaba chasis de Fiat 1800; el IKA Bergantin no era mas que un Alfa Romeo 1900; los Bambi, Mitzi, Isettas e Isard T300 no eran mas que armados nacionales de microautos europeos; y hasta incluso un prócer de la industria nacional como es el Torino no dejaba de ser un Rambler reciclado y modificado por Pininfarina. Mientras que el grueso de estos autos se ha extinguido – el paso del tiempo y la corrosión han devorado los escasos ejemplares supervivientes, o los ha reducido a permanecer en cautiverio en las bodegas de los coleccionistas -, la llegada de Internet nos ha posibilitado la chance de reencontrar nuestros coches perdidos… los cuales aún subsisten en Europa a través de exposiciones, museos y tours de fanáticos y especialistas. Vale decir, los modelos originales europeos – que aquí intentamos copiar o armar sin éxito – sobreviven como objetos de culto en el viejo continente, y nos permite tener una visión a todo color (y en directo) de aquellos prototipos armados por un puñado de entusiastas argentinos, los cuales soñaban hace más de 50 años con la ilusión de convertirse en verdaderos fabricantes de automóviles.

En Argentina proliferaron una gran cantidad de modelos de autos raros y bizarros, siempre producidos en escasas cantidades, y casi siempre viciados por la escasa sobrevida de sus constructores. Y es que muchos de ellos podrían haber sido buenos técnicos o excelentes ingenieros, pero la mayoría carecía del olfato comercial necesario para que el negocio terminara por levantar vuelo, ya fuera creando cadenas de concesionarios o pergueñando eficientes planes de venta. Mas allá de que el auto fuera bueno o malo, pocos sabían venderlos como corresponde, razón por la cual terminaron estrangulados entre las pobres ventas, la suba de los costos de importación de las distintas partes para su correspondiente ensamblado, y la presión del gobierno para que se transformaran en auténticos constructores que dieran pie a una pujante industria nacional.

El caso que nos ocupa permanece en el recuerdo ya que, después de una inmensa campaña publicitaria, los autos promocionados nunca terminaron de salir de la fase “prototipo”… aunque en realidad se trataban de las versiones criollas de unos ignotos y problemáticos coches europeos, los cuales existían desde 1949 y que en aquél entonces – la década del 60 – se presentaban en un puñado de concesionarias como la próxima maravilla de la industria automotriz argentina.

Esta, señores, es la historia de los microautos alemanes Champion y de cómo llegaron a transformarse en los argentinos Alcre,… los cuales nunca pudieron salir de fábrica.

Champion 400 de 1952

un Champion 400 de 1952; el diseño original databa de 1950 y tenía obvias influencias de Porsche y del Volkswagen Beetle; lamentablemente tenía serios problemas de terminación, lo cual atentaría contra las posibilidades de éxito del modelo

El constructor de motocicletas que se vió obligado a fabricar automóviles

Europa, años 50. Resulta difícil llevar una vida civilizada cuando todo el continente está marcado a fuego por las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción aún no ha terminado. Es época de sacrificios y racionamientos y la gente, para subsistir, deben acostumbrarse a la economía. Los autos son un lujo, y no sólo por su precio sino por el costo que representa llenar el tanque con el carisimo combustible que se vendía en aquella época en el viejo continente.

La gente precisa movilizarse… pero también necesita un paliativo para los duros momentos que se viven. Mas allá de utilizar los servicios de transporte público, la gente quiere recuperar el status y la independencia que se tenía antes de la guerra… o, al menos, una suerte de placebo que permita complacerlos hasta la llegada de tiempos mejores. Las alternativas existentes eran las motocicletas o los autos de diseño antiguo – de la pre guerra – los cuales aún eran fabricados ya que realizar estudios de ingeniería, planos y nuevas matricerías para un coche nuevo demandaban invertir un dineral e implicaría a los fabricantes embarcarse en un proyecto con dudosas posibilidades de recupero de costos. Mientras que los coches viejos seguían siendo robustos, por otra parte estaban dotados de motores antiguos, grandes e ineficientes, devoradores compulsivos del costoso combustible. Entonces, ¿cuál era la solución?.

La alternativa vino por el lado de los microcars, endebles vehículos dotados de pequeños motores procedentes de motocicletas, y los cuales servían para transportar 2 (en el mejor de los casos, 4) personas sin que se mojaran en un día de lluvia – como diría el mismo André Citroen sobre su 2CV: “eran paraguas con ruedas” -; porque estos cochecitos carecían de velocidad y seguridad, y difícilmente tenían la estética de un auto tradicional, con lo cual eran más un paliativo que un vehículo de utilidad real. Sin embargo la gente comenzó a acostumbrarse a ellos e incluso, en algunos casos, empezó a tratarlos como objetos de culto.

En dicha encrucijada se vió involucrado Maico, el cual era un respetable fabricante alemán de motocicletas que estaba establecido desde 1926. Si bien nunca distrajeron su atención del mundo de las dos ruedas, lo cierto es que la empresa entró en crisis a mediados de los años 50 al ver que las ventas de motos de calle se achicaban considerablemente – en parte por la creciente competencia y aparición de otras marcas, y en parte también porque los alemanes estaban abocándose al incipiente mercado de los microcars -. Decidido a participar del mismo para recomponer sus finanzas, Maico encaró la construcción de un coche pequeño, fácil de armar y mantener, y pasible de ser vendido a un precio competitivo.

Mientras que Maico entendía de motores de motocicletas, carecía de experiencia en temas tales como chasis o carrocería de automóviles, razón por la cual se dedicó a investigar las posibilidades de adquirir matricería preexistente o, bien, de unirse con algún carrocero independiente para expandir su actual línea de producción. Así es como terminó involucrándose con la línea de automóviles Champion, los cuales parecían colmar sus expectativas.

Lo que Maico desconocía es que los Champion tenían serios problemas de diseño, razón por la cual la marca venía a los tumbos desde hacía años. Diseñados originalmente por el piloto de carreras Hermann Holbein en 1949 – como parte de un pequeño emprendimiento que regenteaba -, Holbein pronto se dió cuenta de que los números no le alcanzaban para fabricarlo en solitario y decidió buscar un socio en la figura de la Benteler International AG, un enorme emprendimiento siderúrgico que estaba deseoso de expandir su cartera de inversiones. Holbein y Benteler fundan en 1950 la Champion-Automobilbau y encaran la construcción de las cupés Champion 250 y 250 S, y el microcar Champion 400… el cual – 10 años mas tarde, y a más de 11.000 kilometros de distancia – terminaría por convertirse en el Alcre Susana de producción nacional.

Mientras que las intenciones de los Champion eran nobles, su falta de fiabilidad mecánica y su pésimo circuito comercial terminaron por torpedear el proyecto, hasta el punto de que la empresa se vió obligada a cerrar en 1952, apenas dos años después de haber sido fundada. Sin embargo ése no sería el final de los problemáticos Champion, ya que ese mismo año la matricería y los derechos de la marca pasarían a otros dueños – la gente de Rheinische, Hennenhöfer & Co. de Ludwigshafen, y los cuales habían ofrecido los coches originales en calidad de concesionarios -.

Resulta curioso ver cómo el mismo circo se repetiría una y otra vez, con un montón de gente poniendo grandes cantidades de dinero e insistiendo en fabricar un coche fallido por donde se lo mire. Rheinische, Hennenhöfer & Co. terminaría fundida debido a endeudarse millonariamente – en especial, al encarar el proyecto de ponerle un confiable motor Heinkel al Champion 400 -. En 1954 el Champion pasaría a manos de la gente de Rheinische Automobil-Fabrik, Henning Thorndal… la cual quebraría también en 1955, pero esta vez no a causa del pequeño y defectuoso autito sino debido a que Thorndal desapareció del mapa con 6 millones de marcos fruto de un prestamo bancario otorgado a la empresa, razón por la cual entraría en concurso y liquidación a mediados de dicho año. Allí es cuando entra a este culebrón la gente de Maico, los cuales – por desesperación o ingenuidad – decidieron abonar 300.000 marcos alemanes para hacerse de los derechos de marca, las matricerias y existencias remanentes de la fenecida Rheinische.

Intentando revivir un muerto.

Maico encaró la construcción de una línea compuesta por cinco modelos: el MC 400/4sucesor directo del Champion 400 -, el cual no convenció a nadie y terminó por ser retirado después de apenas 21 unidades producidas; un clon con motor mas potente, el MC 500/4dotado de engine Heinkel de dos tiempos y 452 cc -, del cual se vendieron 6.301 unidades; el MC 400/H, que vendió 1.374 unidades entre 1955 y 1956; y los modelos deportivos MC 500 G y MC 500 Sport, del cual sólo se hicieron 4 unidades.

Maico 500

el Maico 500 era una versión de 4 asientos del Champion 400 y tenía un motor mas grande de 452 cc; se distinguía de las versiones mas antiguas por su mayor tamaño y su techo rectangular, y sería el modelo sobre el cual se basaría el Alcre Susana

Si bien los Maico MC 400 habían corregido algunos problemas de construcción que databan de la época de Champion, había una falla fatal que signaría el destino del auto: las debilidades estructurales de los ejes, los cuales tendían a partirse al medio en los momentos en que el auto cobraba velocidad. Ya en 1957 Maico enfrentaba una gran cantidad de juicios porque sus autos eran considerados trampas mortales – incluso los concesionarios preferían entregar los coches en la puerta de las casas de los clientes, cosa de que no ocurrieran accidentes a la salida de los salones de venta (!) -, lo cual hablaba a las claras de los tremendos problemas de ingeniería que padecían los económicos cochecitos. Décadas antes del Corvair, los alemanes también tuvieron su propio coche plagado de defectos mortales.

Desbordados por los juicios y por la presión del gobierno alemán – y con los dueños y buena parte de la plana mayor directiva metidos en prisión -, Maico decidió cerrar su línea de automóviles en 1958. Seguiría fabricando motos hasta 1985 – obteniendo cierto éxito con motos de carrera y de motocross -, pero ese año entraría en quiebra y terminaría desapareciendo. Por su parte los letales Champion aún tendrían un tiempo de sobrevida… cuando resucitaran, 3 años mas tarde, en la forma de un emprendimiento industrial argentino.

Alcre Susana y Alcre Luis: los Champion argentinos

Alberto Credidio era el fundador de Alcre S.A.C.I.F.I., un emprendimiento dedicado a la fabricación de motores eléctricos y de explosión. Credidio también era un fanático de los automóviles – había corrido algunas carreras a finales de los 50 -, razón por la cual su interés en los coches era mas que evidente. Aprovechando el régimen de promoción de la industria automotriz implementado por la presidencia de Arturo Frondizi, Credidio presentó un plan en 1959 para producir una línea de vehiculos, el cual fue aprobado a la brevedad y demoró dos años en ser implementado.

Los datos que siguen son confusos. Credidio logró interesar a dos firmas alemanas – Heinkel y la carrocera Bellino – para que aportaran cada uno u$s 1.200.000 al emprendimiento, logrando construir un establecimiento industrial de 100.000 m2 en Paraná, Entre Rios. Una vez hecho esto, logró que los fabricantes le vendieran las piezas del Maico Champion 400 y del prototipo 500 Sport, los cuales terminó rebautizando como Alcre Susana y Alcre Luis en honor al nombre de sus hijos -. Armó algunos modelos, los puso en exhibición a través de la cadena de concesionarios Falcresa, e intentó seducir a potenciales clientes ofreciendo generosos descuentos (del orden del 14% en las primeras 1.000 unidades) debido al lanzamiento del auto. Lo que mas llama la atención es que las publicidades en medios gráficos – impresas entre 1961 y 1962 – hablaban de 470 unidades “reservadas”. ¿Acaso era un ardid publicitario o realmente hubo gente que abonó los $ 50.000 de la época para señarlo?. Y de ser así, ¿que pasó con dichos compradores?. ¿Realmente recibieron los vehículos, o todo el emprendimiento se cayó antes de siquiera levantar vuelo con la primera unidad?. La respuesta común es que el auto no generó expectativas y por eso nunca entró en producción… pero la otra explicación posible es que los fabricantes argentinos terminaran por darse cuenta de los tremendos defectos de construcción y decidieran cancelar las cosas antes de pasar a la etapa siguiente. Es todo muy extraño, mas considerando que los socios alemanes de Credidio – Heinkel y Bellino – no podían desconocer el escándalo desatado por los Maico Champion generado en su Alemania natal.

Quedan las fotos, quedan los avisos, quedan los testimonios… faltan los autos. Hoy recordamos a los Alcre a través de sus antecesores alemanes, envueltos en una suerte negra que marcó toda su existencia hasta el final de sus días. Hoy son piezas de museo, rarezas que se exhiben en circuitos especializados y que son admiradas como objetos históricos debido a la rareza de su diseño… desconociendo en realidad la leyenda oscura que esconde su apariencia bizarra.

Maico 500 Sport

el Maico 500 Sport en una versión prototipo que nunca entró en producción, debido al cierre de la división de automóviles de la empresa -; resulta curioso que dicho auto, con un motor 700 cc, se lo ofreciera en nuestras pampas (con el nombre de Alcre Luis) como un modelo listo para usar y debidamente testeado