Volver al Indice – Historia de Autos de Culto
Por Alejandro Franco – contáctenos
Con chapa plegada, fibra de vidrio, ingenio… así es como prosperó una pequeña industria uruguaya de automóviles de diseño propio – o adaptaciones criollas bastante dignas – que duró hasta los años 80, época en que las importaciones se abrieron y el mercado uruguayo se inundó de coches extranjeros mas modernos y avanzados.
Y seguimos con la plegadora de chapa al mango… Nuevamente el protagonista es el ingeniero Horacio Torrendell. Torrendell había ido a Inglaterra a principios de los 60 y había hecho experiencia en una pequeña fábrica de utilitarios, en donde vió como se podían hacer autos pequeños sin necesidad de costosa matricería. De regreso a Uruguay consiguió capitalistas e interesados en su proyecto (como Guido Di Tella, que tenía una red de concesionarios General Motors en Uruguay), quienes decidieron respaldarlo con la idea de generar un modelo criollo. Al usar ingeniería nacional obtendría una importante rebaja de impuestos con lo cual pusieron en marcha el proyecto del Chevrolet Charrúa. La carrocería la había diseñado Torrendell en su estadía en Inglaterra y le terminaron haciendo adaptaciones para que le cabiera un motor de 2.5 litros. Pero los cambios al diseño original no terminaban allí: las manijas de las puertas eran las de la heladera Siam (!) y el tablero de la camioneta se basaba en la chapa trasera de las cocinas Westpoint (!!). Se produjeron 133 unidades y, aunque había perspectivas de seguir con el proyecto – mejorando la matricería integrando un plegado de chapas que permitiera curvas – el esfuerzo y los royalties pagados a Torrendell y Siam terminaron por socavar las posibilidades del mismo.
Uno de los detalles mas bizarros de esta etapa de la industria automotriz uruguaya es la de la proliferación de clones de coches super conocidos, pero en versiones de fibra de vidrio. Pasó con los Citroen – 3CV, Mehari, Ami 8 -, y pasó con la versión criolla del Panhard 24, conocido como 24CT. La historia del Panhard 24CT es anecdótica: como el dichoso decreto que encarecía las importaciones le estaba complicando la vida a todos los importadores / ensambladores orientales, el gerente de Panhard Uruguay decide viajar a Francia para hablar con el presidente de la marca, proponiéndole armar una versión criolla hecha con carrocería de fibra de vidrio y motor francés, y obteniendo de ese modo una sustancial rebaja de impuestos (ya había tenido cierto éxito y experiencia con el modelo que comentamos a continuación, la camioneta Panhard MP). Pero la gente de Panhard le echa flit – mas aún, se niegan a darle un coche de muestra para que utilice como modelo -, lo cual no impide que el intrépido gerente siga adelante con su plan a toda costa: cuando uno de sus clientes – un francés que poseía el único Panhard 24 que existía en Uruguay en aquel momento, y que lo había importado para sí mismo – le deja el coche para mantenimiento, el gerente aprovecha para simular un choque y mantenerlo en taller durante una temporada… tiempo en el cual procede a desarmarlo y a hacerle ingeniería inversa, dando a luz su propio Panhard 24 hecho de fibra de vidrio. El cliente se dió cuenta de la maniobra (demoraban demasiado en devolverle el auto!), el gerente arregló las cosas con el cliente, y terminó por salirse con la suya, dando a luz el único Panhard construido fuera de Francia. La macana es que Panhard ya estaba en las últimas – Citroen la absorbería en 1967 – y los Panhard 24CT uruguayos se seguirían construyendo hasta 1968, un año después de la extinción de su marca de origen.
… pero antes de la gran aventura del 24CT, la gente de Panhard Uruguay se había despachado con esta camioneta – Panhard MP -, producida entre 1962 y 1964, de la que se hicieron 70 unidades. Carrocería de chapa doblada y diseño de Jorge Cóppola.
Esta pequeña camioneta – basada en el NSU Prinz 4 – es considerada el primer coche autoportante desarrollado en Uruguay. De nuevo, el tema era reducir impuestos, y pusieron la mecánica alemana en esta carrocería de chapa diseñada por Carlos Sotomayor para Nordex S.A – los mismos que hicieron Citroens con capó y guardabarros de fibra de vidrio -. Se harían 400 NSU P6 entre 1967 y 1970 y, de su sucesor – el NSU P10, mas grande y potente – se producirían 100 unidades en el período 1970 – 1971, aunque la calidad de terminación dejaba bastante que desear. Curiosamente el concepto del NSU P6 – una camioneta tres puertas con motor trasero – sería adaptado por Volkswagen Do Brasil dos años mas tarde, dando a luz a la exitosísima Volkswagen Brasilia.
Esta es la historia de un coche hecho a pulmón y del sueño de dos hermanos por tener su propia fábrica de automóviles. Los hermanos Rago comenzaron a desarrollar un auto propio en 1965, utilizando un motor Hispano Villiers de 325 cc que habían adquirido. Y aunque el coche tenía una mecánica confiable – los Rago habían pulido muchos de los defectos del Hispano Villiers -, estéticamente era horrible. Curiosamente un cliente de su taller mecánico, Alfredo De La María, ve el proyecto y los convence para usar una carrocería de fibra de vidrio, la cual le permite obtener lineas refinadas y curvas. Los Rago y De La María presentaron el autito en sociedad en 1966, y pronto llovieron los pedidos y los adelantos de clientes para reservar sus unidades… lástima de que los socios habían calculado mal el tema de los costos. Incluyendo rediseños sobre la marcha, ampliaciones de la carrocería, cambios en el tipo de neumático elegido (que obligaba al rediseño del guardabarros), e incluso con las trabas estatales para importar resina (en un momento tuvieron que viajar a Buenos Aires a comprar y traer a mano baldes del material para poder terminar los autos), los Rago se endeudaron y terminaron por quebrar en 1972 luego de producir tan solo una docena de autos.
¿Un supercar del tercer mundo?. No exactamente. Si bien el Ultra SP debía su inspiración estética al Ferrari P6, lo cierto es que estaba basado en el Renault Alpine A108 que en Brasil se fabricaba bajo licencia por Willys Interlagos. La idea de su diseñador, Gilberto Lima, era simple: importar Alpines, reconvertirlos en autos deportivos de alta gama y volver a vendérselos a los brasileros a un precio mayor. Había un mercado para eso, ya que los brasileros (también atrapados en un cepo cambiario que les prohibía importar coches sofisticados) eran ávidos compradores de los Puma – deportivos de manufacturación nacional motorizados por engines Volkswagen y DKW -, que era lo mas deportivo que se podía conseguir en las tierras cariocas en aquel momento. Y mientras que Puma sobrevivió de 1966 a 1995, el Ultra SP de Lima no tuvo tanta suerte. Lima llevó su Ultra SP a la sede de Volkswagen Do Brasil, y la firma le dió el visto bueno para comercializarlos a través de red de concesionarios… lástima que, cuando regresó del viaje, se encontró con que el inversor que lo bancaba había logrado obtener el codiciado permiso para importar autos sin restricciones y decidió retirarse del proyecto al encontrarlo demasiado rebuscado para materializarlo. Corría el año 1970. (en la foto, Gilberto Lima y el único ejemplar del Ultra SP, que está hoy en su propiedad).