Autos Clásicos: Historia del Aston Martin Lagonda

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Autos Clásicos: Historia del Aston Martin Lagonda

Por Alejandro Franco – contáctenos

La exclusividad es cara y complicada. Es el problema de hacer coches geniales pero de edición limitada, en donde los miles y miles de dólares que cuesta cada modelo no siempre compensan los largos tiempos de diseño, construcción y venta. En el selecto mundo de la exclusividad, son más los que perecen que los que triunfan, y el grueso está compuesto por supervivientes. Como es el caso de Aston Martin que, desde su fundación en 1914, ha vivido escasos momentos de tranquilidad económica.

El recuerdo de tiempos mejores

Sin dudas la mejor etapa de la Aston Martin fue la de 1947 a 1972, en donde fue adquirida por Sir David Brown. Casi al mismo tiempo que Brown se hacía con las acciones de Aston, también hacía lo mismo con Lagonda, un fabricante de autos de lujo fundado en 1906 y cuyo mayor activo consistía en tener entre sus filas a W.O Bentley, un brillante ingeniero inglés que había diseñado un poderosísimo motor V12. Sí: W.O. Bentley es el mismo Bentley que el de la marca hermana de Rolls Royce, de donde había partido en 1935 luego de una agria disputa legal en tribunales.

Fue Bentley quien trajo ideas frescas a la Aston Martin y así nació la famosa serie DB (nombrada así en honor a David Brown), cuyo primer modelo desembarcó en 1948 (el 2 Litros Sport) y que comenzaría a obtener su personalidad característica a partir de 1950, con la llegada del DB2.

Pero sin lugar a dudas el boom de la empresa llegaría en 1964, cuando las salas de cine de todo el mundo explotaron con Goldfinger, la tercera entrada en la serie de las aventuras del agente secreto James Bond. En dicho filme 007 vapuleaba a los villanos a bordo de un Aston Martin DB5 recargado de gadgets, convirtiéndose en uno de los coches mas memorables de la historia del cine.

El fenomenal éxito del filme trajo una enorme lista de pedidos por parte de adinerados fans del superagente, amén de darle un status de reconocimiento internacional a la marca como nunca antes había visto. Por siempre la marca Aston Martin quedaría asociada a James Bond, y a su standard en cuando a excelencia y buen gusto propio de un bon vivant.

El problema fue que, después del torbellino, Aston Martin debió regresar a su realidad – la de producir coches caros y en pequeños números para clientes adinerados -, en donde las cifras volvieron a fallar. A la serie DB le siguió la DBScuyo modelo apareció tanto en el filme de 007 Al Servicio Secreto de Su Majestad como en la serie Dos Tipos Audaces – pero el éxito parecía haberse esfumado, sumiendo a la empresa en serios problemas económicos.

Aston Martin cambió de dueños en 1972. Y volvería a cambiar de dueño en 1974. Fue entonces cuando el nuevo adquiriente decidió inyectar a la empresa con fondos provenientes de la venta de un ultra exclusivo sedán de lujo dotado de los mayores avances tecnológicos de la época. Para ello resucitarían a la Lagonda la marca durmiente de la Aston Martin – y diseñarían un coche que sería tan innovador como polémico, no sólo por estética sino por la escasa fiabilidad de sus componentes experimentales de alta tecnología.

Ese fue el nacimiento del Aston Martin Lagonda.

Brillante y maldito

La idea de Aston Martin era clara: hacer un coche extremadamente caro y super moderno. El diseñador habitual de la firma, William Towns, se despachó con un auto enorme y carente de lineas redondeadas. Parecía un híbrido entre el DeLorean DMC 12 y una versión sedán del clásico Lotus Esprit, y sin dudas contrastaba fuertemente con las delicadas líneas habituales de los modelos de Aston Martin. Pero, si el diseño daba mucho que hablar, lo peor vendría por el lado de la ingeniería.

Para justificar los u$s 150.000 que costaba el Aston Martin Lagonda en su momento, Towns decidió equipar al coche con lo último en tecnología. Esto involucraba una computadora a bordo (la primera de su tipo) que administraba la perfomance del coche, y un panel de instrumentos futurista, dotado con tecnología LED en una época en donde el término era desconocido -. Sumado a su lujosísimo interior, el Lagonda parecía estar a la altura de los sedanes mas caros del mundo de aquel momento, como lo eran el Rolls-Royce Silver Spirit o el Bentley Mulsanne.

El problema era… que los aparatos simplemente no funcionaban. Que fuera novedoso no significaba que estuviera testeado como corresponde o, peor aún, que no se hubiera pulido y estandarizado como para volverlo durable. Las fallas de computadora e instrumental del Aston Martin Lagonda son legendarias, lo cual resulta un bochorno si uno considera que los costos de desarrollo de dicha tecnología superaban en proporción 4 a 1 al costo de fabricación del auto en sí. Mas tarde la tecnología LED sería reemplazada por instrumentos con tubos de rayos catódicos – tal como los antiguos televisores -, los cuales eran difíciles de visualizar y traerían su propia caterva de problemas.

Entre 1976 y 1990 fueron fabricados 645 Aston Martin Lagonda, la mayoría de los cuales terminaron en manos de árabes vinculados con el negocio del petróleo – lo cual suena como una opción natural, considerando que el motor de 5.3 litros era un devorador nato de combustible, el cual mejoró ínfimamente su perfomance con la introducción del inyector de combustible en la serie 3 de 1986 -. Se hicieron variantes tales como limusinas y rurales, las cuales poseían un bizarro aspecto en vista de lo largo y chato que era el auto.

Cuando el Lagonda salió de producción en los 90s, sólo un puñado de personas en el mundo pudo jactarse de ser dueño de uno de ellos. Mientras que algunos han adorado su exclusividad y han creado clubes para venerarlos, por otro lado la prensa especializada se ha dedicado a lapidarlo sin piedad cuando se lo revisa en perspectiva. La revista Time lo llamó uno de los peores coches de todos los tiempos, una catástrofe tecnológica que podría haber sido una maravilla… si todo lo nuevo que incluia hubiera funcionado como corresponde.

Adelantado a su tiempo… o fruto de un intempestivo arranque de creatividad, lo cierto es que el Aston Martin Lagonda dejó su huella, dando a sus selectos dueños una muestra de lo que el futuro de la industria automotriz les depararía. Lástima que la electrónica aun distaba mucho de haber sido perfeccionada para ser incluida en una producción en serie, lo cual resulta mas insultante si uno considera la fortuna que costaban estos vehículos.

la fea versión Break del Aston Martin Lagonda