Volver al Indice – Historia de Autos Argentinos
Por Alejandro Franco – contáctenos
Algunas empresas nacen predestinadas para el fracaso. Ese fue el caso de la Goliath Hansa Argentina S.A., un emprendimiento nacional financiado con los capitales alemanes del conglomerado Borgward y que surgió a finales de los años 50 con tal de aprovechar el régimen de promoción industrial de la época. La empresa no sólo no pudo cumplir con los requisitos mínimos del régimen – cubrir con el porcentaje mínimo de autopartes nacionales que obligaba la ley -, sino que debió enfrentarse con el derrumbe de su casa matriz. Todo ello culminó en una magra producción de 1.121 unidades, las cuales se transformaron en objeto de intensa búsqueda por parte de los coleccionistas.
Bueno para la ingeniería, malo para los negocios
En realidad los problemas del grupo Borgward se remontan al origen del conglomerado. En 1929 las cosas pintaban feo en Alemania – depresión económica de la post guerra, hiperinflación. el crack de Wall Street ese mismo año -, pero ello no amilanó al ingeniero Carl F.W. Borgward, el cual venía pasando un momento de esplendor con su fábrica después de haber ganado la licitación del servicio postal alemán, al cual terminó por proveerle con cientos de unidades de un triciclo motorizado conocido como Blitzkarren. Entusiasmado por la bonanza de los negocios, Borgward se decidió a adquirir un grupo compuesto por dos empresas – la Hansa Lloyd -, con las cuales soñó formar un poderoso conglomerado que le hiciera sombra al resto de las automotrices alemanas. A final de cuentas Borgward consideraba que el éxito estaba asegurado debido a su talento como ingeniero, ya que él mismo había realizado trabajos pioneros en áreas como la suspensíon neumática y la transmisión automática, construyendo vehículos avanzados para su época.
Mientras que la empresa se destacaba por la ingeniería de sus productos, por otro lado carecía del expertise necesario para realizar un óptimo manejo centralizado de negocios, lo cual resultaba indispensable para un conglomerado de éstas características. A la Borgward le pasaba algo parecido a lo que le ocurriría a la British Leyland veinte años más tarde: cada empresa componente se manejaba de manera totalmente desconectada del resto, razón por la cual no había ni una sola pieza en común entre los numerosos vehículos que producía el conglomerado. Por ello eran incapaces de depurar los costos de fabricación, amén de ser incapaces de reabsorber los costos de diseño, desarrollo y reingeniería que precisaba cada uno de los modelos producidos. La Borgward cayó en la cuenta de esto demasiado tarde, cuando intentó imitar a sus competidores – como la Opel o la Volkswagen – y salió a probar suerte con plantas armadoras montadas en mercados emergentes cuyo costo laboral era comparativamente bajo. El desembarco en Argentina vino a ser un intento desesperado en tal sentido, el cual había llegado demasiado tarde.
En 1961 los acreedores le iniciaron juicio de quiebra a la empresa, aún cuando Carl Borgward pudo probar que estaba en condiciones de solvencia como para cancelar todas sus obligaciones. Como sea, lo cierto es que el conglomerado fue liquidado y no quedó proveedor sin cobrar – probando la veracidad de las palabras de Borgward -. Dos años mas tarde el fundador de la empresa fallecería de un ataque cardíaco, deprimido y amargado al ver cómo se había esfumado el imperio con el cual había soñado durante muchas décadas.
Borgward en Argentina
El desembarco se produjo en 1960, cuando la Goliath-Werke Borgward & Co decidió levantar los cimientos de una planta armadora en Villa Constitución, la cual demandó una inversión de más de tres millones de dólares de la época. Mientras la planta era edificada, la subsidiaria local de la Borgward – llamada Goliath Hansa S.A. – se dedicaba a ensamblar autos en Rosario, específicamente cuatro modelos que habían sido elegidos para el desembarco en el mercado argentino: el sedán Hansa 1100 (en dos versiones), la rural basada en el mismo, y la combi Express 1100. Todos ellos compartían motor y mecánica, con un engine de 1.093 cm3 y 56 caballos de fuerza.
Lamentablemente la liquidación de la casa matriz desbarató todos los planes de la subsidiaria local. La planta de Villa Constitución no llegó a inaugurarse y fue vendida a un fabricante de electrodomésticos; y en cuanto a la empresa alemana, sus restos fueron a parar a manos de un emprendedor mexicano, el cual siguió produciendo Borgwards (sin alteraciones) hasta 1970.